Una mujer quien se quedó en el portón esperando por el amor de su vida, hizo de la soledad un culto y abrazó la Biblia con cada una de sus promesas, de sus esperanzas, de fe y así vivió, impecable, hacendosa, elegante cada domingo, distinguida en las tardes, hasta la madrugada de hoy cuando todas sus penas terminaron ante el llamado de Dios.
Para Evida recuerdos de su bondad, hoy se elevan himnos: Cuando allá se pase lista y Más allá del sol.
Nuestro jefe de redacción, Josué Carrillo, expresa su profundo dolor y se une al duelo de la familia Lubo Acosta.
" Porque Dios enjugará toda lágrima"
Consuelo en tan dolorosa hora.
JC