Martes 27 de mayo de 2025
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Los extranjeros que se rindieron ante los pies de las marabinas

La esposa del coronel Manrique, “gordita pero refinada”, lo impresionó con sus diminutos pies calzados en raso azul

Los extranjeros que se rindieron ante los pies de las marabinas
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En los relatos de viajeros que recorrieron Venezuela en el siglo XIX, como Duane y Boussingault, detalles aparentemente menores cobran un valor revelador. Uno de ellos —inesperado y fascinante— fue el pie femenino. Más que una parte del cuerpo, se convirtió en símbolo cultural, signo de estatus y foco de deseo. Especialmente en ciudades como Maracaibo, donde el calor del trópico y la elegancia criolla se mezclaban en una puesta en escena cotidiana.

Nos cuenta Zulia una Historia que Duane, seducido por la estética femenina local, mostraba una fascinación particular por la pequeñez del pie de las mujeres marabinas. Le asombraba cómo las damas destacaban esa parte del cuerpo con delicadas zapatillas de raso y medias de seda. Observaba con deleite el vaivén de las faldas levantadas por la brisa, ese instante fugaz donde se revelaba el tobillo y se insinuaba el deseo. La esposa del coronel Manrique, “gordita pero refinada”, lo impresionó con sus diminutos pies calzados en raso azul: un detalle que, para él, decía más que cualquier conversación.

Boussingault, aunque centró parte de sus observaciones en Bogotá, también aportó una mirada singular. En las calles andinas, las llamadas “descalzas”, mujeres excluidas por su casta, convertían sus pies desnudos en símbolo de coquetería. Pulcros, adornados con anillos, los pies dejaban de ser una señal de pobreza para transformarse en gesto de desafío y belleza alternativa.

En los bailes, la narrativa del pie tomaba vida propia. Algunas bailarinas parecían deslizarse sin esfuerzo, invisibles desde los tobillos hacia abajo. Calzadas o no, su movimiento era hipnótico. Otras escondían los pies bajo amplios faldones, ya fuera por pudor, por protegerse de los zancudos, o para ocultar coturnos que les añadían estatura. Pero incluso en lo oculto, el pie seguía siendo centro de atención.

Así, tapado o expuesto, pequeño o descalzo, el pie femenino fue objeto de una mirada extranjera que buscaba entender —y muchas veces erotizar— lo que veía. En Maracaibo, ciudad puerto abierta al mundo, el cuerpo de la mujer era observado con una mezcla de exotismo y deseo. Y en ese juego de miradas, hasta los pies hablaban de clase, feminidad, poder y provocación.

Detalles que los grandes libros de historia no registran, pero que laten en las crónicas y los suspiros de quienes se rindieron ante los pies de las marabinas.

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