Martes 01 de julio de 2025
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Con fe e ingenio, los marabinos hacen de sus hogares un sustento

Han convertido las fachadas de sus casas en puntos de venta improvisados para sostener a sus familias

Con fe e ingenio, los marabinos hacen de sus hogares un sustento
Composición: Oriana Reyes
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El resolver siempre está presente en el maracaibero, ciudadano que no se detiene y busca las maneras de tener ‘el pan de cada día’, una súplica que se ha convertido en el motor de una población que, con ingenio, transforma sus espacios en centros de producción y comercio.

Así, y con la señal de la cruz sobre su pecho, los marabinos salen todos los días desde sus hogares para buscar el sustento de sus familias. Ese mismo panorama se refleja en la mayoría de las mujeres y personas de la tercera edad que se quedan en sus casas, quienes buscando quehacer para generar más ingresos, se las ingenian y comienzan con una tiendita provisional donde ponen sus productos.

La fachada de su casa se convierte en el escenario perfecto para iniciar un emprendimiento. Es el espacio ideal para exhibirle la mercancía a los vecinos, dando vida a ese negocio que florece con el atardecer marabino y el bullicio alegre de los niños en las calles.

Cada uno vende lo que considera atractivo y según el movimiento de las calles de sus sectores, siendo las chucherías el mayor atractivo en una mesa de venta.

Las madres, abuelas y los hombres se sientan en los frentes de sus inmuebles y entre algunos comienza una conversación. Mientras todo esto transcurre, los vendedores que tienen su mesita con chucherías, tequeñitos, arepitas de yuca y otros artículos, esperan calmadamente la llegada de sus clientes.

Buscan el efectivo

El ‘gancho’ principal de estos puestos radica en la posibilidad de obtener efectivo, algo que a menudo escasea. Las ventas de sus accesibles artículos se convierten así en un ‘salvavidas’ crucial para quienes necesitan liquidez.

Sin embargo, nada es impedimento para estos emprendedores, quienes tienen a la mano la descripción de sus datos bancarios y de esa manera darles facilidad a sus clientes. "¡Aquí tenemos tres caramelos por 10 bolívares, chupetas a 20 bolívares y pepitos a 15 bolívares cada uno. Dígame qué le doy, y lo que no vea me dice para buscárselo!", decía entre risas la abuela María Díaz, quien con 82 años sale todas las tardes a atender su puesto ubicado en el sector Kennedy del barrio San Pedro.

Jocosidad para vender

La brisa de la noche refresca a los vendedores y con ello su jocosidad para bromear con sus vecinos. "¡No sean tan agarraos, denle dinero a esos muchachos pa’ que me compren, ahí están, mirando la chuchería!", gritaba Nelson Andrade a sus vecinos del barrio Integración Comunal.

La dificultad para caminar no detiene al señor Roberto Marín, quien todas las tardes saca su anime con chupetas y las vende en el frente de su casa. "Aquí no es mucho lo que se hace, pero estar acostado tampoco es la mejor opción. También sabemos que todos los días no se venderá igual, pero pa’ lante, para qué quejarnos si mañana puede ser mejor", comentaba Marín desde su puesto en el barrio Integración Comunal.

Desde la sala de la casa hasta el garaje, cada espacio se convierte en un punto de venta, demostrando la incansable labor de los maracaiberos por mantener en alto el estandarte de la producción en la vida personal.

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