"Lo material se recupera, la vida de nuestros niños no", estas son las palabras de un padre que lo ha perdido todo menos a su familia. Quizás este pensamiento es uno de los pocos consuelos que tienen las familias al estar juntas en la pérdida de las paredes que representaban un refugio ante las inclemencias del exterior.

Ahora, con este refugio vulnerado, los afectados buscan resguardo en el núcleo familiar en el intento de encontrar un poco de consuelo.
Paredes derrumbadas, electrodomésticos desperdigados y juguetes quemados son las imágenes desoladoras que se presencian en lo que antes era una comunidad. Una madre llora impotente ante los escombros que en algún momento fueron un hogar, preguntándose dónde se resguardaran sus hijos es resultado de lo que el siniestro causo.

Lágrimas corren por los ojos de un hombre que dedicó todo su esfuerzo a darle a sus hijos un techo en el cual refugiarse y ahora son solo escombros que recoger. "Era todo lo que teníamos" son las palabras de los que ahora vagan en la incertidumbre.

Las dudas y la expectativa se apoderan de las familias que se resguardan impotentes en aquellas zonas que se convierten en sus refugios. Ofuscados en no abandonar las pocas cosas que les quedan, aferrándose a los escombros que en algún momento fueron su hogar.

Las paredes que se convierten en un hogar donde se vierten los recuerdos, se han perdido para los afectados. Sin embargo, ante la inminente pérdida, se levanta la vida, pues el niño conoce bien lo que es disfrutar ante la aflicción. Los niños se reúnen a jugar, dejando las penas atrás.

Es ante el desolador panorama que las familias encuentran un sesgo de paz, sus hijos siguen con vida. Como fuente de esparcimiento los niños juegan como si no hubiera pasado nada, pues el verdadero valor de las cosas cobra sentido ante la realidad. El lamento ante la pérdida no es mayor a la sonrisa de un padre al abrazar a su hijo.

Reyhans Quiroz
Fotos: Reyhans Quiroz / Franyer García
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