Me encantaría tener 20 años para irme con el circo de Los Valentinos. De muchacho, así como hoy, temo a la alturas – no puedo ser acróbata-, las manos son un desastre – no puedo ser malabarista -, he sido malo para todos los juegos – no puedo ser El Señor del trompo-, me llevo bien con los animales. en Los Valentinos he visto un simpático perrito que se roba una salchicha – podría encargarme de ese animalito-.
Hoy es mi ilusión ser un "buscavidas", marcharme a recorrer el mundo con ellos. No estaría en la función, no tendría ningún papel estelar, pero, serìa, inmensamente feliz, cuidando de la carpa, del perrito ladrón de salchichas, de limpiar los container o casas rodantes, mantener lusstradas las trompetas, revisar cada dìa, todo el tiempo las cuerdas de los trapecios, la malla protectora, el cañòn del hombre bala, los bellos uniformes de los actores, cuidar que a Renata no le faltasen sus lociones, los cuidados de su cabello de ángel.
Me ocuparía de recoger tras cada función aquello que ha quedado entre los asientos. Velaría porque desayunaran correctamente cada uno de ellos. En las horas que estàn libres, investigaría sobre la ciudad donde estemos para llevarlos a conocerla.
¿Mi sueldo? Lo haría hasta de gratis a cambio de que en cada espectáculo me dejaran estar en un rincón escondidito para ver:
- Las maravillas del Señor del trompo: como lo hace girar alrededor de su cuerpo, como pone a caminar sobre la cuerda y, por un artificio mágico, hace que se eleve, algo que mi mente angosta no podrá entender jamás.
- Reír en la escuelita con los malos chistes
- Tener el corazón en la boca en los retos en la cuerda.
- Volar en cada salto sobre la malla de rebotes.
- Animar al oso de las fotografías para que sepa que lo hace maravillosamente bien con estar allí para los niños.
- Tener los nervios hechos nada, sobresaltarme el corazón con el disparo del cañón de El Hombre bala.
- Llorar con las canciones del trompetista.
- Seguir a Renata en cada detalle admirando su dulzura de princesa-
- Reír con miedo y admiración en cada desafío de Renato – Mi hèroe – querer ser como él cuando trepa en el traoecio, cuando se convierte en Supermán, cuando sorprende sujetàndose a un barrote tan alto para dejarse caer como plomo dejàndonos el alma en vilo.
- Y he dejado para el final La jaula de los motociclistas. Allí estaría aterrado pero feliz, orgulloso de ellos, muriendo de miedo cuando La bella Renata se suma al duelo con la muerte a punta de puro sincronismo, de pura precisión.
Quiero verles salir airosos en cada show, saber que van a la cama sanos y salvo.
¿Y de dónde me ha nacido querer a Los Valentinos? Por estas importantes razones:
- Desde que vinieron a Venezuela en 1989 se enamoraron de nuestro país y el corazón les quedó sembrado en Maracaibo.
- Porque en su espectáculo hacen algo que enternece y a mi me sacó lágrimas: Recordar sus padres, dejarle claro a los presentes de dónde vienen, que ellos son "La Nueva Generación", quien no desea tener hijos así de buenos, así de grandes.
Estimados lectores esta es la última semana de Los Valentinos en Plaza de todos. Por dos entradas pasan tres. Vaya y disfrute de un bello espectáculo. No perderá la entrada. Son grandes, son buenos, son inolvidables. Si eres mayor, tan viejo como yo, pues volverás a ser niño.
De verdad no quisiera que se fueran. Al final, humildemente, ellos piden que compartamos las fotos en las redes e invitemos a las personas a verles. Yo he creído hacer algo mas: decirles que si fuera un chico me iría con ellos escondido en cualquier bahùl para dejar atras esta ciudad que cuando me hace reìr, primero, me rompe el alma-

Texto: Josué Carrillo