El papa León XIV invitó a los fieles este domingo 28 de diciembre, a proteger el amor familiar frente a los "Herodes modernos" que amenazan la sociedad con egoísmo, poder y soledad.
Desde la ventana del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos y fieles, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio de la huida a Egipto (Mt 2,13-15.19-23). En su homilía, destacó cómo la Sagrada Familia –Jesús, María y José– se convirtió en refugio y cuna de salvación ante la violencia del rey Herodes, símbolo de un poder obsesionado por preservar privilegios a costa de inocentes.
“En el mundo despótico y codicioso que representa el tirano, la Sagrada Familia es el nido y la cuna de la única respuesta posible de salvación: la de Dios que, con total gratuidad, se entrega a los hombres sin reservas y sin pretensiones”, afirmó León XIV, el primer pontífice estadounidense de la historia, elegido en mayo de 2025 tras el fallecimiento de Francisco.
El Papa comparó la figura de Herodes con los “mitos del éxito a cualquier precio” y el “poder sin escrúpulos” que, lamentablemente, siguen presentes hoy. “El mundo siempre tiene sus ‘Herodes’”, advirtió, y señaló que estos generan soledad, desesperación y conflictos.
Frente a ello, León XIV llamó a las familias cristianas a ser “luz de esperanza” protegiendo valores evangélicos como la oración, los sacramentos, el diálogo sincero y la fidelidad cotidiana. “No dejemos que estos espejismos sofoquen la llama del amor en las familias cristianas”, insistió.
En un mensaje especialmente dirigido a las familias que sufren por la guerra, el pontífice pidió rezar por los niños, ancianos y personas vulnerables. “Confiémonos juntos a la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret”, concluyó, antes de impartir la bendición.
Tras el rezo mariano, León XIV saludó a diversos grupos de peregrinos presentes, entre ellos jóvenes italianos y fieles de varias diócesis, reforzando su mensaje de cercanía y oración por la paz mundial.
Es un momento de prueba para Jesús, María y José. Sobre el resplandeciente cuadro de la Navidad se proyecta, casi de improviso, la inquietante sombra de una amenaza mortal, que tiene su origen en la atormentada vida de Herodes, un hombre cruel y sanguinario, temido por su crueldad, pero precisamente por eso profundamente solo y obsesionado por el miedo a ser destronado. Cuando se entera por los magos de que ha nacido el «rey de los judíos» (cf. Mt 2,2), sintiéndose amenazado en su poder, decreta la muerte de todos los niños de la edad de Jesús.
En su reino, Dios está realizando el milagro más grande de la historia, en el que se cumplen todas las antiguas promesas de salvación, pero él no es capaz de verlo, cegado por el miedo a perder el trono, sus riquezas, sus privilegios. En Belén hay luz, hay alegría; algunos pastores han recibido el anuncio celestial y ante el pesebre han glorificado a Dios (cf. Lc 2,8-20), pero nada de esto logra penetrar las defensas blindadas del palacio real, salvo como un eco distorsionado de una amenaza que hay que sofocar con violencia ciega.
Noticia al Día/Vatican News
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