Él ya era nuestro héroe personal, cuando nos lo presentó, en Caracas, el maestro Enrique León. Una leyenda de figura enjuta y un humor que parecía tejer la normalidad a latigazos mentales. Era el caballero de los aforismos certeros y de las chispas de humor cuántico. Un sabio con aquel mechón grisáceo importunando siempre su amplia frente. Un tipazo cuya coraza era escucharte, aún cuando iba a llevarte algunos años hasta advertir algún problema de leve sordera. Se concentraba en escucharte para entonces, desde tus propias palabras, él verter argumentos que atizaban todos tus fuegos perplejos. No era difícil hacerse amigo entrañable de un hombre como él. Juan Calzadilla. Poeta. Eterno poeta.
Y crítico de arte. Por estudioso y disciplinado. Venezuela agradecerá, per secula seculorum, su extraordinario libro sobre el arte del Dibujo. Un libro-cátedra-catedral…Un madre libro. Después hurgas en ese pasado de genio prolífico que Juan Calzadilla fue y encuentras lo que le susurró a la investigadora nuestra, Neydalid Molero: “Si no podemos ver en los objetos algo más que a ellos mismos, estamos perdidos. Eso es todo lo que debería saberse del arte. Si no podemos ver en las palabras algo más que a ellas mismas, estamos perdidos. Eso es todo lo que debería saberse de poesía”.
Juan Calzadilla llegó buscándome, una mañana insólita, a la sede de Panorama, aquí en Delicias con Padilla. Se había venido por carretera, desde Coro, para participar, por motu propio, en una serie de entrevistas que me estaban publicando durante aquellos aciagos días en los que el diario circuló durante varios días en ese formato: Portada-Página 2 (política y regiones)-Página 3 (cultura)-Contratapa (sucesos). Cuando sean releídas se sabrá que fueron importantes, por pertinentes.
Ese día, Juan Calzadilla quiso que almorzáramos en El Gaucho. Dos detalles predominan en mi memorabilia: al llegar al restaurant, se detuvo un buen rato en la acera y, ora miraba hacia la plaza, ora hacia Cinco de Julio, también miraba al cielo y parecía explorar su propia memoria, con seguridad plena de personajes de aquella ciudad que él jamás olvidaría y a la que él nombró, con paradojal tino simétrico: “Un Desierto Iluminado”…Lo segundo, fue que al pedir la cuenta, la misma había sido cancelada por Esteban Pineda Belloso, el dueño del periódico. Jamás nos dimos cuenta, ni de su presencia, ni de su detalle.
Como un filme magistral donde la luz administrará, por ejemplo, los encuentros, por allá en aquellos páramos benditos, de Juan Calzadilla con Juan Félix Sánchez, la esposa de éste, con don José Manuel Briceño Guerrero y su esposa Jacquie, así como con Carlos Contramaestre, Hugo Figueroa Brett y Blas Perozo Naveda. Con todos ellos compartirá alguno de sus geniales aforismos: “El error es circular, como la esfera. Es cierto: tiene siempre la necesidad de volver al comienzo”. A Hugo le proveyó del título para su muestra en el Maczul: “El Arte es un Ir”.
¿Sobre el modo ideológico o político de ver la vida, por parte del poeta Juan Calzadilla? Tal vez nos refresque esta tizana:
La punta del diálogo
-Aquí está la cuerda. Hale Vd. por esta punta mientras yo sujeto la otra.
-¿Pero cómo? Si esto no es una cuerda. Es una serpiente.
-Entonces agarre Vd. la cabeza que yo asiré la cola. No vamos a pelearnos por un problema gramatical.
Jejeje. Una maravilla ese humor cáustico del poeta patafísico, as del retruécano, hijo ilustre de Altagracia de Orituco. La bienamada poeta Milagro Meleán selecciona, de su mentor y maestro, esta filigrana tan preciosa: Cantar a los pájaros.
Observa con qué facilidad escribes sobre pájaros. Pero ¿cuántos has palpado amorosamente con el calor de tus manos? ¿Cuántos han latido realmente bajo la presión de tus dedos? ¿Acaso los has descrito sin olvidar detalle como quien conoce bien a un cuerpo amado? ¿Los has liberado acaso del peso de tus palabras?
El Bloomsday fue celebrado en Maracaibo con harta tristeza. En el 16 de junio de 1904, el escritor irlandés, James Joyce, desarrolla toda la trama de su genial novela, Ulysses. Imaginemos, juntos, al Juan Calzadilla reflexionando sobre esa compleja pieza de arte que es la dichosa novela:
El sueño de la escritura
En la mitad de mi sueño llegué a pensar que la tinta empleada para escribir era sangre. Pero lo escrito resultaba (en el sueño) demasiado borroso, no ya para descifrarlo, sino para saber si estaba escrito con sangre. En realidad, la punción de la pluma en mi piel era la herida que ella abría en la página en blanco. En realidad, la punción de la pluma en la página en blanco era la herida que ella abría en mi piel.
En el link ad hoc de Noticia Al Día, endosaremos la entrevista exclusiva con el poeta Juan Calzadilla que publicáramos para la Navidad de 2023.
Lo indispensable, según él, es que nunca dejemos de leer(lo). Ernesto Villegas, MPPC, seleccionó esta lección:
Comienzo de partida
El camino se recorre así mismo.
No eres tú el que lo recorre.
Tú te recorres a ti mismo
Así camines de arriba abajo, dejando atrás fronteras, puentes, cuerpos, alegrías y penas. Claro
que no debes hacerte ilusiones pensando en que partes o retornas. O que abres camino.
Este comienza y termina en ti mismo Y recorrerte es todo lo que haces.
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Noticia al Día/Alexis Blanco