Conforme “The Martian”, el filme de Sir Ridley Scott, basada en la novela de Andy Weir, llegó a su apogeo, el mundo mira con atención los intentos de salvar a Mark Watney, un astronauta de la NASA quedado en Marte.
Todas las personas, al parecer, están unidas por la preocupación de una sola vida; multitudes en Estados Unidos, Europa y China se fijan en la cobertura mediática sobre los intentos de traerlo de regreso a su planeta.
El subtexto de una conferencia de prensa que la NASA ovacionó el día de ayer, 10 de septiembre, fue vistosamente análogo. Presentaba un artículo en la revista Nature que refería “posible biofirma” en un tipo de roca marciana.
“Podría ser la señal de vida más clara que hayamos encontrado jamás en Marte”, según Sean Duffy, administrador encargado de la NASA (y también secretario de transporte). Después de completarse el estudio preliminar, la muestra ha sido encerrada en un recipiente a la espera de próximos estudios con utensilios más evolucionados. Desgraciadamente, esas herramientas están en la Tierra, y la muestra amparada en Marte.
Por lo que traerlo, a casa, clama todo instinto científico. Lamentablemente, Estados Unidos no tiene manera de hacerlo. Tras exportar un rover, el Perseverance, a Marte con la intención de escoger y tomar medidas para su posterior análisis en la Tierra, en el momento han anulado las misiones necesarias para extraditar esas muestras.
Rescatar algo obstruido en Marte, como mostro “The Martian” en 2015, es complicado. Hay que meterlo en un vehículo de progreso a Marte. En el caso de Perseverance, también es necesario llevar un cohete de Marte a órbita a Marte junto a un sistema para cargarlo con las muestras escrupulosamente optadas.
Pero el trance no evidencia el coste de 11 000 millones de dólares que se lanzó a los planes de la NASA cuando se estropeó. La filial es la única comprometida.
La muestra abordada proviene de un valle que desemboca en el cráter Jezero, donde Persevarence llegó hace cuatro años y medio. A unos 20 km del sitio de descenso, se topó con unas rocas diferentes en la ladera del valle, a las que los científicos designaron la formación Bright Tail. Una roca en particular llamó la atención de los científicos: las “cascadas Cheyava”.
La muestra que tomaron, la número 25 de 30 obtenidas hasta el instante, se llamó “Cañón Zafiro”. (Los pintorescos nombres resultarán familiares a los excursionistas del Gran Cañón, un grupo en el que los geólogos que estudian Marte están sobrerrepresentados).
La roca que agujerearon era una lutita, un sedimento de grano tan refinado que los utensilios del Perseverance no lograron diferenciar partículas individuales en su interior. Pero, si conseguir fijar algo sobre su composición química, sujetaba moléculas orgánicas.
Las moléculas orgánicas no emanan precisamente de seres vivos; el término simplemente se refiere a moléculas que contienen átomos de carbono e hidrógeno o nitrógeno. Y las moléculas orgánicas que se hallan en Marte no esencialmente se formaron allí; el polvo de cometa que cae sobre la superficie marciana es rico en ellas.
Aún sí, no hay vida sin moléculas orgánicas, y como son insuficientes en Marte, habrían sido suficientes para hacer de la roca un lugar interesante.
Y había más. La superficie de la lutita estaba marcada con minúsculos puntos oscuros y círculos más grandes (pero aún pequeños) con bordes oscuros, denominados “manchas de leopardo”. La forma en que estas particularidades se extendían por la roca exhibía que no eran sustancias preexistentes que hubieran caído en los sedimentos blandos que la formaban. Eran rasgos que crecían dentro de la roca.
Estas manchas y puntos contenían minerales que parecen haber sido reducidos, es decir, haber pasado por reacciones que le cargaron electrones. Este es un efecto que, en la Tierra, las bacterias podrían producir. Muchas bacterias que tienen metabolismo que extraen electrones de la materia orgánica, siendo usadas para comprimir algo inorgánico.
Si se vieran manchas regulares de este peculiar tipo de química en sedimentos que contienen materia orgánica en la Tierra, sería original estimar que tuvieron un origen biológico. Esto los hace asombrosamente sugerentes en Marte.
Existen procesos no biológicos que podrían tener efectos químicos similares. Sin embargo, los que se han estudiado exhortan temperaturas templadamente elevadas, y los sedimentos no parecen haber sido nunca cocinados de esa manera. Joel Hurowitz, de la universidad estatal de Nueva York, Stonybrook, autor principal del artículo en Nature, subraya que los laboratorios en la Tierra podrían buscar portes de conseguir los mismos efectos sin biología ni altas temperaturas.
Si tuvieran éxito, Sapphire Canyon podría incumplir el criterio de Knoll, un dictamen astrobiológico que tiene el nombre de Andrew Knoll, paleontólogo de Harvard, que afirma que, para ser certeza de vida, una observación no solo debe ser explicable por la biología, sino que debe ser enigmático sin ella. Pero si no surgen explicaciones alternativas, aumentará el entusiasmo, y con él la presión para recuperar la roca. Rockeblat, fabricador de cohetes y proveedor de lanzamiento, asevera que podría hacerlo a un coste MUCHO menor que la NASA si se encontraran nuevos recursos.
La Administración Nacional del Espacio de China (CNSA), que tiene en mente su propia misión de retorno de muestras a Marte. En “The Martian”, la CNSA colabora en el rescate de Watney; si la humanidad se uniera en torno a la ciencia, quizás podría encontrar una forma en que colaboraran ahora. Dicho esto, la idea era absurdamente idealista incluso hace diez años.
En la conferencia de prensa, el Sr. Duffy reitero que hay una nueva carrera espacial en camino. Es poco probable que el principal rival de Estados Unidos lo ayude en lugar de simplemente seguir adelante.
Noticia al Dia/Diego Casanova (Pasante)/Con información de Infobae