Martes 22 de julio de 2025
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NUEVO ELOGIO DE LA SANTIDAD: Los Hijos del Teatro

Enrique supura entre vahos de una teatralidad definitivamente suya, su narrativa portentosa y emocionalmente certera y eficaz, por humilde y sencilla.

NUEVO ELOGIO DE LA SANTIDAD: Los Hijos del Teatro
Fotos: Cortesía
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Yo he visto, he sentido y he presentido a Dios, sentado junto conmigo, en primera fila, como cabe, como es, en el estreno de esa Lectura Dramatizada de la pieza de Enrique León Luzardo, “Una Noche Contigo”, fábula endógena sobre el amor frustrado de dos mujeres con respecto a un hombre, un bolerista y conspirador. Ritual manido desde el bolero (ese deseo del Otro, del cuerpo del Otro, Dios nos salve a todos de tanta íntima devastación), que la brillantísima dama de La Palabra en la Boca, Doris Chávez Matheus, dirige con fineza y maestría, con los increíbles entrañables artistas, Diana Labrador y José Molero, en una producción del maestro Juan Carlos Quintino, quien justo hoy sábado 19, está de cumpleaños. ¡Enhorabuena!

En la sonora casa iluminada por la bellísima luz de la vela del filósofo Gastón Bachelard, la de Ana Arapé, ocurrió una ceremonia teatral única, donde el dramaturgo desnuda el alma de Gaudelia y Eduilena, transidas de amor por Medina, un émulo memorioso de León, quien rocía la pieza con aromas de café con cardamomo, avena y galletas caseras, tal como sucediese con él mismo, el hijo del actor que hacía reír a las piedras, don Chucho León, el condiscípulo teatral de Asdrúbal Meléndez, Freddy Galavís, el maestro Nicolás Curiel, la maestra Juana Sujo y el inolvidable José Ignacio Cabrujas. Enrique supura entre vahos de una teatralidad definitivamente suya, su narrativa portentosa y emocionalmente certera y eficaz, por humilde y sencilla.

Es por esto que la Santidad (A partir de este instante declaro, manifiesto, divulgo y revelo que la palabra SANTIDAD condensa y resume el leit motiv de lo que bien podríamos llamar una Estética Actoral Interpretativa, un Método León, una manera de asimilarnos, puros, inocentes, castos e inminentes, cuando de subir al escenario e interpretar la Otredad de otro ser humano, bien se tratare).
El verbo subir está bien utilizado. A las ceremonias profundas les sienta bien semejante nivel de transparencia ontológica: “¿Sois, o no sois, o quien coño sois?”. Entras a escena y tu destino es el cielo, la cúspide, ese Olimpo donde solo habitamos los putos dioses. Con nuestras lujurias, exacerbaciones, mitos y terrores. Es en ese tal territorio donde León Luzardo intentará siempre, con sus Fragmentos, testimoniar en la aldea siempre cándida de tus recuerdos. Flor de Baile. Una noche contigo.

Obvio que leer y dramatizar una pieza tan difícil resiltará siempre una arriesgada proeza. Complicado evitar el contrarritmo de la lectura en acción dramática. Pero he aquí que Diana, Doris y Molero contienen dentro de sí la savia nutriente y tratante del argumento. Los personajes estuvieron siempre ahí, dentro, palpitantes y acérrimos. Bienamado bolero desgarrado. Esos decires pausados, en trópico trance, esa excitante narrativa épica que todo amante o no del beisbol asimila como suya. El radio encendido, los cuadernos con los apuntes, la costura urgente y urgida, el vaivén político embraguetado entre el miedo y el sopor de la cautela.

Bello ese equipo de cuidadores de la escena, Althair Dávila, Emily Suárez, el niño Majarrés, así como otros hermosos seres sintientes de la Facultad Experimental de Arte de LUZ.
Y luego, ese espíritu subyacente de aquel irrefutable momento de la historial teatral zuliana que se llamará siempre Sociedad Dramática de Maracaibo.
Mientras salgo al patio a fumarme una guacamaya, dejo que por mi estación radial, “Proletarius, ¡La Banda!”, se escuche la guara voz de Leonardo Azparren: “Sociedad Dramática de Maracaibo".


En la variopinta actividad teatral de la provincia venezolana, el patrón general fue hacer un teatro empatronado en las formas tradicionales de la puesta en escena de un texto. Con mayor o menor nivel profesional, en la provincia venezolana los repertorios respondieron a una cultura teatral conocida. Frente a este modo de ser, Enrique León propuso un teatro inspirado en “poetizar la ciudad”.

León se formó en el TUCV con Juana Sujo, y después en unas pasantías en Berlín que le dieron una visión con cierto rigor del trabajo teatral. Con un grupo formado con la participación inicial de Homero Montes, de sólida trayectoria profesional en el Grupo Sábado de Inés Laredo, y Nelly Oliver, comenzó a trabajar en 1977 siendo el grupo de la provincia venezolana que logró la mejor proyección nacional e internacional. Poetizar la ciudad no fue un slogan, y varios de sus espectáculos principales apuntaron en esa dirección: Velada artística y recreativa en casa de Morales (1977), Visita guiada al teatro Baralt (1980), de Enrique León, y Traje de etiqueta(1982), de César Chirinos, fueron espectáculos en los que propusieron la disolución de los límites entre realidad y ficción, con el fin de penetrar el modo de ser de la realidad representada sin localismos costumbristas.

Con un sólido reconocimiento internacional, en particular el obtenido con Edipo (1985) en el Festival de Delfos (Grecia, 1988), la Dramática pasó a ser uno de los grupos más importantes en la década de los ochenta y comienzos de la siguiente. Un repertorio ecléctico pero con un perfil definido, incluyó desde Sófocles hasta Alfred Jarry (Ubú rey, 1982), pasando por Georg Büchner (Woyzeck, 1979), José Ignacio Cabrujas (Profundo, 1982), Molière (Picardías de Scapin, 1991).

También desarrolló una línea editorial y promovió su propia dramaturgia con obras de Nelly Oliver (Cercoy Olas de fuego) y el propio León (Flor de baile) e inauguró su primera sala, Antonio García, en 1981. En 1996, inauguró la sede de su propiedad, una sala multiforme, única en el país, diseñada con criterios teatrales, anexa a la cual estaban el área administrativa y una galería de arte. La ampliación de sus actividades hizo de la nueva sede un centro de producción cultural.

Al igual que en otros grupos nacionales, las discrepancias internas condujeron a la deserción de algunos de sus integrantes y, finalmente, a su paralización y posterior desaparición”. Santo Santo Santo, es el Señor. Y dice: LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN Mateo 12, 14-21. En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías: Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea, hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra; y en él pondrán todas las naciones su esperanza. PALABRA DEL SEÑOR…Cuando vuelvan a concitar Una Noche Contigo, les recomiendo asistir a la Calle Carabobo, casa de la profe de la Feda, Ana Arapé…quizás entenderán mejor este asunto estético de la Santidad.
¡Salud!

Noticia al Día/Texto Alexis Blanco

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