Martes 29 de julio de 2025
Al Dia

La Sultana del Ávila es una puesta Bioética de la amistad

TEATRO Y LITERATURA…Noticia Al Día tiene a bien publicar el texto de Alexis Blanco, cronista cultural, sobre la última novela publicada por Milton Quero Arévalo, “La Sultana del Ávila”

La Sultana del Ávila es una puesta Bioética de la amistad
Foto: Milton Quero Arévalo, autor de la novela La Sultana del Lago. (Texto y fotos Alexis Blanco)
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Milton Quero Arévalo (Península de Paraguaná, 1959) me envío un ejemplar autografiado de su última novela publicada, “La Sultana del Ávila”.

Agradecí el detalle y el gesto, leyéndola con parsimonia y espíritu abierto. Logré domeñar los perros prejuicios que me instigaban la falaz idea de encontrarme con un texto demasiado embuído en la cuestión esencialmente teatral, sacro asunto de un hombre de teatro absolutamente entregado a la devoción por su oficio. Un texto teatrófilo y denso, escrito, pensaba entonces, con cerebral rigor de gabinete escénico. Nada que ver. Lo que entonces leí me dejó feliz y reconciliado con estos sendos oficios que nos identifican como colegas. Escritura y actuación. Sendos bosques…

Milton Quero Arévalo, autor de la novela La Sultana del Lago. (Texto y fotos Alexis Blanco).

La Sultana del Ávila es una deliciosa secuencia de incidentes provenientes de la memoria afectiva de su autor. Un exquisito gabinete de evocaciones memoriosas y de anécdotas y vivencias vinculadas con su etapa de formación como artista de teatro, esto es, en sus días de joven brillante y talentoso, ávido por comerse al mundo como una arepa “reina pepiada” o tal vez rellena con sesos de res a la vinagreta, tal como lo hacían los falconianos de su adolescencia.

Humana y gentil es esta novela de Milton Quero Arévalo, quien tampoco dejó que su otra pasión intensa, la gran literatura, permeara el lenguaje prístino de su notable texto memorioso.

Javier Medina, alias Hamlet, un muchacho que estudia Biología, pero quien sueña con llegar a las grandes ligas del quehacer teatral de su país, arriba desde Falcón a Caracas para concretar su vida. Las peripecias del muchacho provinciano pronto estarán integrándose al grupo de amigos de la Escuela “Porfirio Torres”, en el casco antiguo de Petare, una institución a la que ha dedicado la obra.

He aquí un primer “guiño” literario del autor: los primeros capítulos ya se advierten como un personal y muy bien matizado homenaje a esa fabulosa “novela de aprendizaje”, la genial “Piedra de Mar”, de Francisco Massiani. Este recurso literario habilitará sentido y paisaje a su novela. Jovenes haciendo teatro y otros menesteres afines, en la construcción de sí mismos como ciudadanos.

Que Hamlet termine graduado de biólogo bien podría ser una de las claves de Quero, quien asume el teatro como un vastísimo método afectivo de sanación y de salvación. Algo de la bioética y sus principios clave permiten comprender esa red de relaciones entre sus personajes: son autónomos y respetan las decisiones de los otros; son generosos y solidarios entre ellos; cero maleficencia, es decir, no se causan daño entre ellos mismos y son justos y nobles al compartir lo poco que tienen. Sí, bioética desde un ejercicio profundo y casi irracional de la solidaridad como estímulo.

El teatro como pauta de acción bioética, ya no tan solo en campos expeditos como la investigación médica, la atención clínica, la reproducción asistida, la genética, el medio ambiente y la biotecnología, sino en la sencillez rigurosa de la vida compartida por mero amor.

La Sultana del Ávila tiene como escenario el Parque Sebucán, en Caracas, donde transcurre la vida de los miembros de un maravilloso elenco existencial: David, Tonny, Calimero, Chipi, Juan Pablo, Pacheco, Ricardo, Diego, Barrientos, Alejandrina Salazar, memoriosos pequeños seres del parque Miranda, en el Ávila, donde el pico occidental se puede apreciar en toda su grandeza, las faldas del Ávila, el cortafuego y ciertos celajes en lo más alto de la montaña…

“La ciudad era entonces una ráfaga de encantamientos, una Forida furia de sueños inmolados que estiraba su piel para contener todas las historias posibles. Era un albergue de polvo, capaz de contener las variadas tendencias de la humana comedia. ¡Salmodias para la Sultana!, ¡Salmodias para la Sultana!…”.

En la plaza de los museos Hamlet compra Piedra de Mar. Pancho Massiani nos conduce y eleva. Con su idioma, aparentemente hablado, esconde una rigurosa selección de los parlamentos (“ hay una gran diferencia entre las palabras que salen por la boca y las que se escriben“, acota Corcho). “ Porque lo que el adolescente quiere desesperadamente, es eso: un amor que se parezca a una piedra trabajada por el mar, Pulido, por el fluir astral de la sangre, un amor que nace del tremendo, choque con lo desconocido, con la idea de la muerte, y el vacío que provoca la visión de los espectros cotidianos“.

Milton homenajea ese regodeo de Massiani, pero al mismo tiempo honra a estos habitantes de su propia memoria. La Sultana del Ávila está escrita con el néctar de las vivencias más sencillas.

Un día, en la novela, Javier Medina (con seguridad será vínculo de la familia Medina, la de su obra teatral “La vida es un strike out”) viaja a Boston, para terminar su formación. La distancia, el desarraigo cultural, la nostalgia y la pasión por las emociones (leit motiv, ésta última, de todo buen teatrista) procrearán un discurso que cerrará una novela bien hermosa, honra de la gran literatura y orgullo del oficio de las otredades y la poiesis. Del mostrarse, honesto. Y con muchos seres para amar, incluida una hija.

Un detalle de béisbol: el jonrón de Carlton Fisk, en la Serie Mundial del 75, 21 de octubre, no le dio el campeonato a los Medias Rojas. Ahí se empató la serie a tres juegos, por lo que, la siguiente noche, The Big Red Machine se tituló campeón.
Fascinante joda es la presencia del poeta maracucho, Helímenas Güerere: “El poema perfecto, debe ser aquel que no signifique nada. Al punto, comenzó a hacer ruidos con la boca: Unjú Riquiti Pun Zass Guácala, Uy, Tros… como una onomatopeya que nada significa, y que, sin embargo, es capaz de expresar mucho ¿me entienden?…”

Escribe, reflexiona, rememora, Hamlet: “Alejandrina también me escribió sobre el festival, pero me habló de las experiencias libres, performance, happenings y neo performance. Alejandrina siempre ha estado a la vanguardia: Experiencia Libre número uno de Pedro Terán, un lienzo blanco para establecer una relación con el espectador. Experiencia libre número seis de Carlos Zerpa la está la criatura, en todo ello pude apreciar la libertad absoluta de la que gozaban mis amigos. De pronto me provocó dejar todo y marcharme de una buena vez, pero el temor a fracasar en mi empeño, me mantenía atado a Boston…”.

Busquen la novela La Sultana del Ávila, de Milton Quero Arévalo. Luego lo comentamos. No se arrepentirá. Y quizás hasta logre evocarse…

Noticia al Día(Texto y fotos de Alexis Blanco)

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