Martes 09 de diciembre de 2025
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Día de la Inmaculada Concepción: Historia, significado y un llamado a la fe

El 8 de diciembre, la Iglesia Católica celebra el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, una de las fiestas marianas más importantes que honra a María de Nazaret como un ser "lleno de gracia" y libre del pecado original desde el momento mismo de su concepción.

Día de la Inmaculada Concepción: Historia, significado y un llamado a la fe
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El 8 de diciembre, la Iglesia Católica celebra el Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, una de las fiestas marianas más importantes que honra a María de Nazaret como un ser "lleno de gracia" y libre del pecado original desde el momento mismo de su concepción.

El dogma de la Inmaculada Concepción se centra en la pureza excepcional de la Virgen María. A diferencia del resto de la humanidad, que según la doctrina católica nace con el "pecado original" heredado de Adán y Eva, María careció de esta mancha desde su concepción. Este fue un resguardo divino especial que le fue asignado en previsión de que sería la madre de Jesús.

A pesar de que las primeras celebraciones se remontan al año 1644 en España, fue el Papa Pío IX quien estableció oficialmente la fiesta el 8 de diciembre de 1854. Lo hizo en la Basílica de San Pedro, proclamando la doctrina como un dogma de fe que obliga a creer a todos los católicos, declarando que la enseñanza había sido "revelada por Dios".

El Papa León XIV y su mensaje sobre el corazón puro de María

El Papa, en su alocución previa al rezo mariano del Angelus en la Plaza de San Pedro, recordó la figura de la Virgen María, como signo de esperanza, modelo de fe y recordatorio del poder transformador de la gracia.

El relato del evangelio de Lucas fue nuevamente el centro de la meditación del Papa: el saludo del ángel —«Alégrate, llena de gracia»— y el “sí” confiado de María inspiraron una invitación a los creyentes de hoy: creer como ella creyó. Como recordaba San Agustín, «María creyó y en ella se cumplió aquello que creyó»; del mismo modo, se llamó a los fieles a permitir que la fe transforme también sus vidas.

“En su libertad, lo acogió abrazando el proyecto de Dios. El Señor actúa siempre así: nos hace grandes dones, pero nos deja libres de aceptarlos o no. Por esto Agustín añade: «Creamos también nosotros, para que lo que se cumplió pueda aprovechar también a nosotros». Así, esta fiesta, que nos hace alegrarnos por la belleza sin mancha de la Madre de Dios, nos invita también a creer como ella creyó, dando nuestro generoso asentimiento a la misión a la que el Señor nos llama.”

El mensaje final del Pontífice fue claro renovar cada día, con humildad y perseverancia, el “sí” a Dios a través de la oración y del amor. Una invitación a que, como María, cada persona se convierta en un espacio donde Cristo pueda ser conocido, acogido y amado.

Noticia Al Día / Con información de Vatican News

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