Durante más de dos décadas, el nombre de Lionel Messi ha sido sinónimo de genialidad, perseverancia y humildad tanto dentro como fuera de la cancha. Nacido el 24 de junio de 1987 en Rosario, Argentina, convirtió lo que parecía una limitación —un diagnóstico infantil de deficiencia en la hormona del crecimiento— en el primer capítulo de una carrera legendaria.
Desde sus primeros pasos en Newell’s Old Boys, el balón pareció obedecerlo con una gravedad distinta. A los 13 años emigró junto a su familia a España, tras ser fichado por el FC Barcelona. El club no solo apostó por su tratamiento médico, sino que se convirtió en su hogar futbolístico por más de dos décadas. Allí no tardó en romper moldes: se consagró campeón de cuatro Champions Leagues, múltiples Balones de Oro, entre otros innumerables logros individuales y colectivos.
Pero su historia va más allá del Camp Nou. Por años, vestir la camiseta albiceleste significó una carga emocional, hasta que encontró redención en las conquistas de dos Copas América, y alcanzó la consagración absoluta con la Copa Mundial en Qatar 202, trofeo largamente esquivo con el que completó el círculo de una trayectoria ya marcada por la inmortalidad.
Hoy, en sus 38 años de vida, el fútbol rinde homenaje a un jugador que sigue hablando con la elocuencia de sus jugadas, donde cada pase, gambeta o gol, hay un destello de poesía. Y aunque los años le resten velocidad, su legado vivirá para siempre en la memoria de quienes aman el deporte.